6.9.06

Palabra que llegas tarde no te creo yo creo en el silencio
antes que la belleza está antes que todo
la ceremonia de la comprensión
Una espiga delgada es el cuerpo tuyo
de la que el grano cayó y no brotará
como una espiga delgada es el cuerpo tuyo

una madeja de seda es el cuerpo tuyo
por el ansia dibujado hasta la arruga última
como una madeja de seda es el cuerpo tuyo

un cielo quemado es el cuerpo tuyo
alerta en el tejido la muerte sueña
como un cielo quemado es el cuerpo tuyo

porque callado es el cuerpo tuyo
tu llanto hace a mis párpados temblar
que callado es el cuerpo tuyo

Todos los hilos habían sido arrancados. Había quedado cortado el estudio, la participación, el movimiento, el trabajo, las relaciones con los amigos, había quedado cortado el amor, y hasta la búsqueda del amor, había quedado cortado, sencillamente, todo el sentido de mi trayectoria vital. No me había quedado más que el tiempo. Pero, en cambio, a este lo estaba conociendo tan íntimamente como nunca antes me había sido posible. Ya no era un tiempo como aquel con el que me solía topar antes, un tiempo convertido trabajo, en amor, en todo tipo de esfuerzo, un tiempo al que aceptaba sin fijarme en él, porque tampoco él me importaba y se escondía decentemente detrás de mi propia actividad. Ahora llegaba hasta mí desnudo, solo en sí mismo, con su aspecto original y verdadero y me obligaba a llamarlo por su nombre propio (ya que ahora vivía el tiempo escueto, el mero tiempo vació) a no olvidarme de él ni por un momento, a pensar permanentemente en él y a sentir continuamente su peso.

Cuando suena la música, oímos la melodía, olvidándonos de que es sólo una de las formas del tiempo; cuando la orquesta se calla, oímos al tiempo; al tiempo en sí. Yo vivía en una pausa. Pero claro que no se trata de una pausa general de una orquesta (cuya dimensión está estrictamente determinada por el signo de la pausa) sino de una pausa sin un final preciso.

No hay nada que una más rápido a la gente (aunque sólo sea en apariencia e ilusorio) que una comprensión triste y melancólica, este ambiente de serena compasión, que adormece todo tipo de temores y prejuicios y es comprensible para un alma sutil o vulgar, instruida o simple, es el modo más sencillo de acercamiento y es, sin embargo muy poco frecuente: el problema es que hace falta dejar de lado el modo de “llevar el alma” que uno ha cultivado, la mímica habitual y ser sencillo; no sé como somos capaces de lograrlo (de repente, sin preparación), cómo podemos lograrlo nosotros, que andábamos siempre vacilantes, como ciegos, en nuestros rostros artificiales, no lo sé, pero lo percibimos como un regalo inesperado y una revelación repentina.